19 ene 2011

XXVIII.

Siempre escribía frente a la ventana, sobre todo los días de sol. Parecía que la luz le atravesaba la piel y se instalaba en sus huesos volviéndola invencible. Era una estrella en alza, un diamante en bruto de la palabra. Se pasaba horas en el escritorio junto a su pluma Montblanc y la voz de Piaf de fondo. Los días de lluvia, sin embargo, eran diferentes, se retraía de tal forma que era difícil distinguirla de un objeto más de la habitación. Le gustaba dibujar mapas en los que imaginar los nacimientos, los encuentros y la muerte de los personajes que creaba; era como si no supiese navegar sin guías. Un día simplemente dejó de estar. Se fue un día de otoño y sólo me dejó un mapa con los continentes hundidos. Ya no fumaba.

Sunday Morning Birds

 
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