15 jun 2010

XIII.

Tras tres años en la facultad la vida se volvió impredecible y eliminé del diccionario la palabra rutina. Un día quedaron atrás los exámenes de evaluación y nos familiarizamos con los llamados cuatrimestres. Nunca me arrepentí de ser chico de Humanidades, y todavía me emociono cuando recuerdo asignaturas que amé, compañeros con los que reí y profesores que lo hicieron todo más fácil. Impredecible, la vida, porque me lleva a conocer distintas realidades cada día, empujado por algo que no puedo negar que sí me ha enseñado mi paso la universidad: la pasión por conocerlo todo y por comprender la visión del otro, que - al menos en mi caso - pasa de ser entrevistado a ser amigo. Quizá he ahí la clave: mirar con los mismos ojos que observas a un amigo a aquel que te abre su corazón el mismo día que te conoce. A veces me sorprendo 'entrevistando' a mis propios amigos, no sé. Suelto una batería de preguntas y me miran como si necesitara un psicólogo.

Pasado mañana tengo el último examen de mi tercer curso y hasta ahora me he mantenido limpio. No es cuestión de suerte, en esto al azar no me ayuda, aquí se trata de esfuerzo. Mañanas, tardes y noches leyendo, entendiendo y, sí, también memorizando. No es fácil concentrarse en un temario tedioso cuando tienes una gran imaginación. Muchas veces me resulta alarmantemente complicado, y puedo llegar a tirarme horas con un mismo tema. Querer modificar mis hábitos sería, sin embargo, debilitar la parte más importante de mi persona: mi fantasía.

Dos cursos más y cerraré esta etapa. Puestos a hacer un balance - a pesar de ser un gruñón - sería positivo. Las experiencias, el conocimiento y, sobre todo, las puertas que se me han abierto durante estos tres cursos han sido el resultado de esa opción llamada Licenciatura de Periodismo que situé en primer lugar en aquel papel.

Maestros buenos, profesores malos... eso es lo de siempre. Lo mejor de esa parte es mantener el contacto con aquellos que te han sabido mirar con las gafas correctas, con los que te han tratado como persona que lucha por sus ilusiones y no como alumno, como un número más. A esos es bueno mantenerlos cerca. Compañeros que se convertirán en amigos con el paso del tiempo, más allá de las hostias (es un decir) que volarán en los trabajos de grupo y que te servirán para conocerte mejor.

A mí hasta ahora la experiencia me ha demostrado que lo mejor de la universidad se encuentra fuera de las aulas, cuando vas al despacho de un profesor porque te apetece, cuando tomas un café con un amigo porque te viene en gana, cuando te miras en el espejo y te observas más maduro, más formado, más .

Dos años más en la universidad,
y toda una vida para seguir aprendiendo.

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