Equidistancia no significa para ellos lo mismo que equidad. Y su reacción frente a una campaña que no es política, que no es ideológica, que es una simple cuestión de derechos humanos que afecta a más de cien mil familias, lo demuestra. Su respuesta, activada por el mismo incomprensible mecanismo que les lleva a oponerse a la ley del aborto, como si estableciera el aborto obligatorio, o a los matrimonios homosexuales, como si fuera a obligarles a casarse por la fuerza con alguien de su mismo género, es, sin embargo, más despiadada que nunca. ¿Tienen ellos algún abuelo en una fosa común? No. ¿Les afecta en algo la reclamación de personas como ella, que solo aspira a recuperar los restos de sus padres para enterrarlos con dignidad? Tampoco. ¿Les impidió alguien a ellos ejercer ese derecho cuando estaban en la misma situación? Todo lo contrario. Y sin embargo, no solo se oponen. También insultan, ofenden, ridiculizan, escarnian a personas como ella. ¿Por qué? ¿Carecen de sensibilidad, de imaginación para comprender el infierno por el que se ha arrastrado durante décadas la vida de tanta gente, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, las personas con las que se cruzan por la calle? Que no saben perdonar, les dicen, que no saben olvidar. ¿Es que alguien puede olvidar a sus padres? Para muchos españoles, el perdón y el olvido significan ostentar el monopolio exclusivo de los derechos que les niegan a los demás.''
Dos niñas que jugaban (EL PAÍS SEMANAL), Almudena Grandes.