2 may 2010

IX.

Supe que escribiría esta historia desde que la viví hace unas noches. Cenicienta ya había perdido el zapato cuando yo salía de la estación de metro de mi barrio. No había cenado, y a esas horas todas las tiendas de frutos secos ya estaban cerradas. Todas menos una. Una especial que hace un par de meses apareció de la nada, de un local que hacía tiempo que nadie alquilaba. Ahora, cuando me cruzo con ella por las mañanas me llama la atención ver a algunas niñas que salen de allí con esos helados que algunos hacíamos de pequeños metiendo un palo en los petit suisse y enfriando el invento en el congelador por unas horas. Qué recuerdos...

Esa noche podría haber dado cien pasos más y haber llegado a casa, pero el hambre y la curiosidad por ver quién trabajaba en ella – ¡y más esas horas! – me pudieron. Frené en seco y me fui acercando. Frente al mostrador había un chico discapacitado que observaba con ansiedad la televisión insonorizada comiendo uno de esos helados . Me dijo hola y le regalé una sonrisa.

'¿Qué quería?', me preguntó el vendedor. Era mayor y tenía una mirada especial. No sé muy bien cómo explicártelo, pero percibí un áurea muy diferente a la de la gente con la que uno se cruza todos los días. Se le notaba muy cansado, pero al mismo tiempo desprendía una fuerza con su voz bajita que le daba vida. Las arrugas de la piel de su rostro dibujaban un historial vital repleto de dificultades.

Le dije que quería un sándwich y se fue al fondo de la tienda a ver qué le quedaba. Fueron unos segundos, pero tuve tiempo suficiente para volver a sonreír al que yo suponía que sería su hijo y para darme cuenta de que lo que allí vendían eran comidas típicas de algún país latinoamericano.

Sólo me queda un vegetal, me dijo. Yo siempre he odiado el huevo, es probarlo y tener que levantarme para ir al baño a vomitar, pero esa vez extendí el brazo y se lo pagué sin dudarlo ni un momento. Percibí en su voz, leí en sus labios y noté en su gesto que quizá ese sándwich sería lo único que vendiese esa noche. Esa sería para él una madrugada más sin dormir, junto a aquel niño, con tal de darle una vida mejor. Cualquier cosa por él.

Salí de la tienda con los ojos mojados.

Sunday Morning Birds.

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